viernes, 23 de octubre de 2015

Guia para facilitar la mejor elección


Decimos que el abuelo o la abuela (o los suegros, o los propios padres) son un problema, cuando lo que sucede es que tienen un problema -la vejez lo es, se mire como se mire- y no pueden, por sí solos, enfrentarse a él. No necesitan lástima, ni reflexiones hipócritas sobre lo mucho que nos han dado o lo bien que convivían antaño unas generaciones con otras, sino soluciones.
Que las ciudades son cada vez más grandes y las casas cada vez más pequeñas es una verdad sólida como las piedras, y lamentablemente irreversible. Pero es que, además, sucede que vivimos -ellos y nosotros- en mundos distintos. El nuestro se llama futuro y a él dedicamos el cien por cien de los afanes (trabajar, ahorrar, estudiar, progresar, hacer planes). El de ellos se llama día a día. Cuanto más cómodo y placentero les resulte, más habremos acertado en la solución.
Comodidad, ante todo.
¿ Qué significan para un anciano comodidad y placer? Pues cosas que ni se nos pasan por la mente a los veinticinco años o a los cuarenta. La sonda gástrica bien puesta, las pastillas y el oxígeno a su hora, la comida sin sal... No, no se estremezca. Usted también necesitará, en su día, que alguien le sujete en la ducha o le cambie el suero. Y mal asunto si no lo necesita. Significará que algún mal catarro, o sabe Dios qué tropiezo, le habrán barrido tempranamente de este mundo y habrán liberado a su familia de visitarle los domingos en <<la resi>>.
Por si acaso, y si es usted de los que duran y duran, vaya pensando (mientras busca soluciones para sus padres, suegros, abuelos, etc.) en su propia edad dorada.
A pesar de las facilidades que las Administraciones vienen prestando a los ancianos en materia de asistencia social y domiciliaria, tranquilidad y comodidad están, en principio, más garantizadas en una residencia de ancianos (pública o privada) que en el piso propio, por más que uno sienta abandonar las cuatro paredes de su alma. Las residencias -sobre todo las más modernas- están pensadas con criterios ergonómicos ad hoc , es decir, todos sus elementos, escaleras, cuartos de baño, ascensores, comedores, peluquería, enfermería, etc., tienen las formas y tamaños más adecuados para los potenciales usuarios (en estos momentos, y en España, hay unos seis millones y medio de jubilados).
<<Asistencia sí, lujos no>>, podría ser el eslogan de las residencias públicas, a las que se ha llamado durante años <<del seguro>> y, más recientemente, <<del Inserso>>. Sin embargo, desde el 1(o) de enero de este año, tampoco son ya competencia de este organismo, sino de las correspondientes Comunidades Autónomas.
Sólo en tres Comunidades, La Rioja, Baleares y Castilla la Mancha, sigue aún el Inserso ocupándose de este tipo de centros: en las dos primeras porque aún están pendientes de que termine de formalizarse el traspaso de competencias y, en la última, porque la gestión se ha transferido de derecho, pero no de hecho. También los ayuntamientos gestionan algunas residencias, pero su número es muy escaso y es difícil conseguir una plaza en alguna de ellas.
Hay algo muy importante que no debemos olvidar: residencia pública no significa gratuita. Los residentes han de pagar por su plaza el 75% de su pensión, sea o no contributiva (los ancianos tienen en ambos casos derechos idénticos).

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